1.
Algunas veces mirar, mirar a fondo, es llevar un mar en la frente. Tatiana Parcero
no frunce el ceño cuando mira, al contrario, deja que crezca en ella la marea. Y nos
lleva a navegar, entre sus ojos, al puerto circular donde comienza el viaje sin
regreso a lo más hondo. Sus pupilas, montañas de carbón y pozos infinitos. Sus
venas de los ojos, manantiales de donde brotan dos ríos sagrados y sangrantes que
como un Ganges de antifaz, es agua y es diosa que recorre el mundo. Beberla es
sanar hasta la locura de la santidad o estar ya en la corriente de los muertos.
2.
De sus pezones, tocándole la palma de la mano, brotan otro lago y otra montaña, el
mapa de las huellas de los sueños que le caminan por la garganta. Cruzan su boca,
los párpados, la frente y al cerrar los ojos para mirar adentro, se escapa entre sus
labios la insinuación de una sonrisa que nos hace ir también en peregrinación con
ella, hacia ella, en ella.
3.
La mano es manantial de rutas. El mapa del pasar sin peso hacia otras vidas. Las
casas de rezar por esos rumbo. No hay nada más volátil que sus manos, parvada
delicada de todo lo que ella hace surgir del aire. Las manos ven y nos muestran qué
ver y lo que nunca veremos. Las manos danzan y al hacerlo les surge una piel de
líneas que son flores, células, galaxias. Amibas sin control en la estratósfera,
planetas atrapados en la orilla frágil de una célula. Todo en sus manos cambia y se
multiplica. Entre las puntas de los dedos sostiene invisible una forma transparente
del universo.
4.
La boca de Tatiana, atrapada en el grito de salvarnos y salvarse, es órgano vital que
canta en llamas, en venas, en sangre detenida, y canta a todo lo que llevamos
dentro y ya no vemos. Llamada de atención palpitante. La fragilidad de la
existencia se aloja luego en su boca cerrada donde los labios, como sus párpados,
son tenue insinuación de la sensualidad del mundo. Las más finas insinuaciones
con las que meticulosos artistas han hecho croquis de las cosas de la vida han
encontrado su vocación más delicada dejando correr sus líneas por los labios de
Tatiana, con los que mira y nos hace ver lo que ella sabe ser y en ella lo somos un
poco todos.
5.
La espalda es la flor del misterio. Así como hay flores que en realidad son hojas
coloridas, su talle es tallo, voluptuoso y firme, vertical y sin embargo extensible. Lo
mismo le crecen alas que orquídeas, raíces aéreas que medusas. Es flor que se
levanta y organismo submarino que se hunde. Por su columna iluminada sabemos
de la intensidad con la que se afirma la vida erigiéndose hacia el cielo. No sólo
desde la tierra seca, desde el fondo del agua, desde el fondo de cada cuerpo.
6.
En su garganta un árbol canta al viento, como la acacia solitaria en la estepa llana
que es fuente inesperada de sombra, de anhelo pronunciado hacia el cielo, nube
baja y arraigada, voz de trueno tensamente detenido antes del estruendo.
7.
Por la planta de los pies entran y salen las más bellas e insospechadas especies. Por
esas plantas, “arraigadas más danzantes”, se sabe que camina elevada hasta cuando
está quieta y un mundo radicalmente insospechado guía sus pasos. Hacia fuera y
hacia adentro, camina, corre, baila. Y en su danza, como la diosa caminante de la
leyenda India, nos engendra.
8.
Cuando cierra los ojos en la piel suave de sus párpados saltan como venas finas los
tentáculos inquietantes de seres diminutos que explican la minucia con la que mira
lo que piensa y hace que pensemos minuciosamente lo que ella mira. Y de su frente
brota, brillante y clara, la idea de un universo de composición perfecta, frágil sin
cesar, constante y siempre sin embargo sorpresivo.
9.
Lo que Tatiana Parcero mira del paisaje y borra en círculos de estruendo, lo que ya
no está y sin embargo vemos brotar de sus manos, lo que respira y la envuelve y ella
ondula dando al aire la forma sensual de su torso desnudo, vestida de luz
delineada, en sí misma recogida. Todo eso conmociona, anticipa y cuenta, es
crónica de un tiempo detenido, llamada de atención, revelación de formas bellas y a
la vez profecía.